La rueda

España vista desde el exterior

CARLOS ELORDI

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En el marasmo de la propaganda oficial, que lo impregna todo, aparecen a veces destellos que sugieren lo que de verdad ocurre en la economía española. Así, una nota de la agencia Bloomberg acaba de decir que los salarios bajan tanto en algunos sectores que gigantes como El Corte Inglés empiezan a sustituir a sus proveedores asiáticos por empresas españolas que ya producen a costes casi tan bajos como aquellos. Y el Wall Street Journal ha añadido que algunos productos ya compiten con los chinos.

No se sabe cuánto incide ese fenómeno en el conjunto de la producción. Seguramente bastante, pero además todo indica que esa es la tendencia que marcará el futuro. Por algo los inversores extranjeros dicen que nuestro país vuelve a interesar, en principio porque producir aquí cada día es más barato y porque hay muchas empresas que se venden a precios tirados.

El descenso de la prima de riesgo y el relativo apaciguamiento de las inquietudes sobre nuestra banca completan las percepciones que en el extranjero existen sobre nuestra situación económica. Que se resumen en la idea de que, a menos que se desate un nuevo vendaval que nadie descarta, España ha dejado de ser el abismo por donde podía caer todo el sistema del euro.

Respecto de hace un año, el cambio no es pequeño. Visto desde dentro, lo es mucho menos. Sobre todo porque la deflación interna tardará muchos años en reducir el paro y lo que este comporta. Lo que sí está claro es que esas percepciones exteriores favorecen los fines electorales del Gobierno. Y también que la mayoría de los ciudadanos, y la oposición, asumen resignados ese designio.

A tientas, incurriendo a veces en contradicciones clamorosas o metiendo la pata -véase el esperpento de las tarifas eléctricas-, la política económica del Gobierno se orienta hacia ese objetivo.